jueves, 2 de abril de 2009

Mi estómago literario o reflexiones de un lector hembra

Desde que concluí mi lectura de “Los Hermanos Karamazov” me obsesioné por leer “Crimen y Castigo”, buscándolo desesperadamente en la repisa de mi abuelo, encontré una edición roñosa y tuve la mala ocurrencia de ir a leerla a la idílica playa de mi ventoso Arauco (Arauco es como Macondo, creo que algún día será arrasado por el viento y más de alguien tiene cola de chancho). Me senté bajo los pinos frente al mar y con horror vi como esas trepidantes páginas se elevaban por los cielos para luego precipitarse hacia los abismos marinos…desde entonces terminar aquella obra emblemática de la literatura Rusa se convirtió en una tarea pendiente: Mi alma de ñoña se dijo “No puedo morir sin antes haber leído Crimen y Castigo” y hace bastante tiempo que he vuelto a tener el libro en mi poder, esta vez, en una edición barata pero resistente y sin embargo no he podido terminarlo, más bien no he querido ¿Pero por qué? Podría culpar a la falta de tiempo, a la maldita preparación del examen de grado, a las fatalidades cósmicas o hasta a un mal de ojo, pero la culpa la tienen mis vísceras, pues, llegado cierto punto del libro, simplemente no puedo continuar y no es porque sea un libro malo o fome, sino que en ciertos pasajes me embarga una sensación gigantesca de angustia y simplemente TENGO que cerrarlo… es raro ¿o no?... En “Crimen y Castigo” nos encontramos con personajes en estado de absoluta miseria, más no sólo en el plano material, sino que también en el moral y las tristes historias de humillaciones y de degradación de la naturaleza humana por unos cuantos kopeks simplemente me erizan la piel y me hacen pensar en que las cosas no han cambiado mucho. Creo que después de haber leído Ygdrasil quedé saturada de miseria humana y tendré que exponerme a una buena dosis de cosas felices y esperanzadoras para volver a tolerar la crudeza, supongo que mis gustos literarios finalmente me pasaron la cuenta, pero no me rendiré porque hace poco fui capaz de pasar las horribles páginas donde un hombre alcohólico cuenta emocionado cómo su querida hija finalmente comenzó a prostituirse por el bien de su familia y él se gastaba ese dinero en su vicio.

Así como “Crimen y Castigo” me produce angustia, hay ciertos libros que me han causado náuseas en el buen y mal sentido de la palabra, por ejemplo, ciertos pasajes del ya mencionado Ygdrasil que desafiaban hasta a la sensibilidad menos susceptible como la descripción de la cámara del Invunche, el proceso de creación de las perras o las torturas a las que era sometida la protagonista en los que olías la putrefacción, sentías el dolor y era necesario apartarse un segundo de las páginas para respirar y seguir leyendo. También las divagaciones de Humbert Humbert en “Lolita” me causaban una extraña mezcla de repulsión y ternura, “El Socio” (de Genaro Prieto) casi me deja con cólon irritable (Algo similar me pasa con ciertos cuentos de Poe y de Lovecraft, claro que este último también me causa insomnio) y qué decir de las ganas que me daban de cachetear a Emma Bovary, a Fausto, a Aliocha y a Harry Haller. También recuerdo haber experimentado sentimientos encontrados leyendo dos de mis libros favoritos: “ El retrato de Dorian Gray” y “La Ciudad y los Perros”. En el primer caso el personaje de Basil me generaba animadversión, pues lo consideraba rastrero y lambiscón, un patético ser enamorado en secreto de Dorian y a medida de que avanzaba el relato tenía ganas de dejar de leer porque odiaba el deterioro en el que iba cayendo el alma del antes puro y adorable señorito Gray.
En “La Ciudad y los Perros”, por otra parte, me invadió la morbosidad al leer las prácticas en las que se involucraban los chicos y a la vez me embargaba un sentimiento de impotencia ante las injusticias que afectaban a algunos.

Y así como hay buenos libros que me suben a una montaña rusa emocional, hay otros que francamente me producen una intolerancia crónica cuyo origen no puedo explicar, es algo que siento en las entrañas y que a veces va de la mano de prejuicios bien estúpidos que, aunque trato de ignorar están ahí, pero bueno, supongo que tal como existen ciertos alimentos que causas acidez, también puede haber libros que te caigan “pesados”…recapitulemos: “La Casa de los Espirítus” de Isabel Allende, sólo la terminé porque la tuve que leer en el electivo de castellano y me harían una prueba, pero francamente sus personajes maqueteados (Blanca era insufrible), su “sensibilidad de izquierda” y su olor a copia de “Cien Años de Soledad” (que aunque no me gustó mucho, tiene partes geniales) me provocaron arcadas. “Romeo y Julieta” tampoco me dejó un sabor muy agradable en la boca… demasiado cursi y a ratos pensaba que esos dos tortolitos merecían morir por tontos, supongo que la veta más romántica de Willy no es mi fuerte, pero Hamlet, Othelo y Macbeth son otra cosa.

Leer un libro y que no te guste es normal, supongo que no soy la única que termina odiando a ciertos personajes de la literatura o a autores y que más de alguno ha experimentado físicamente los estragos de un buen o mal libro. A mí, por ejemplo me dan rabia los libros de autoayuda, me parecen sospechosos y crueles porque se aprovechan de la falta de fe que tienen las personas en sí mismas: En el Colegio me obligaron a leer “Juventud en Èxtasis” de Guactémoc Sánchez y francamente, aparte de ser plano y como de teleserie, no podía creer que pusieran unos cuadritos con los pilares de la relación de pareja o esquemas, o sea, era un manual disfrazado de libro y que tenía un aire a sermón. Hace unos años me dije “misma, no puedes ser tan prejuiciosa: dale una oportunidad a Cohelo”… ejeje… bueno, llegué hasta el prólogo de “El Alquimista” y eso fue todo, pues ahí relataba una experiencia que había tenido en el Amazonas o algo por el estilo (la verdad no lo recuerdo), pero lo encontré engrupido y chanta a morir, puede que me guste ser miserable y por eso rechazo este tipo de literatura que yo considero más cercana a un catálogo o a un instructivo que a un libro propiamente tal. Algo similar me pasó con “Crepúsculo” la novela de vampiros de moda, mi amiga Poli (Un extraño engendro que devora por igual sagas de Asimov, libros de Mitología griega y novelas “jazmín” (inclúyanse también las Corin Tellado y las Arlequín)) me hablaba de ellas con profunda emoción y al hojear un pasaje donde la joven hablaba de los inconvenientes de tener a un vampiro como novio con la liviandad de quien tiene como pololo a un “chico malo” onda “Rebelde sin causa”…no me dio buena espina y hasta ahí llegó mi intento por estar al corriente con los libros de moda, soy, como diría Cortázar, una lectora hembra…caprichosa, indisciplinada y que no es muy dada a intelectualizar el proceso de lectura…si me causa mariposas en el estómago y me eriza la piel, entonces voy por buen camino. Soy lectora hembra, a mucha honra.

5 comentarios:

Liz Hopps dijo...

Mi niña NOTABLE como siempre!!! =)

Ashurita dijo...

Lizzzz holaaa!!! hoy vi a tu mami. está muy linda =)

The Watcher In Your Mirror dijo...

yo no he liedo crepusculo ni he visto la peli y me lo recomendaron hace tiempo (una hembra :D ), pero tiene que ser una mierda impresionante viendo el palo del que va.

salud!

Ashurita dijo...

nyaaa.. pos, sip. pero sobre gustps no hay nada escrito

Anónimo dijo...

que buena puclicacion!! jaja yo sinceramente juzgo los libros tan solo con los primeros parrafos y y me gustan los libros queme causan tanta emocion que no me dejan parar de leer C: