miércoles, 2 de abril de 2008

Mi vida criminal

Soy un ser lleno de pequeños vicios y comportamientos extraños…podríamos decir que tengo cierta inclinación a la maldad y en virtud de dicha tendencia he cometido actos un tanto reprochables.
Desde pequeña fui una astuta ladrona de chocolates, diezmando las provisiones de mi madre y de mi abuela. Recuerdo que, a pesar de mi morbidez, me deslizaba cual ninja con la finalidad de recolectar esos preciados manjares que sacaba cuidadosamente de sus envoltorios y los reemplazaba con piedritas o algodones pensando que nadie se percataría de mi delito (bueno… era chica todavía, mi mente criminal aún se había perfeccionado).

Pero el hurto de chocolate no fue mi único crimen, sino que también me dediqué a la adquisición de material prohibido durante cuatro años. Esta pequeña travesura sólo es posible en un país tan estrecho de mente como Chile, donde venden ciertos cómics (que no eran de Manara lo aclaro altiro) sólo a gente con criterio formado ¿Pero quién tiene criterio formado? ¿Qué cresta es eso? Es un concepto tan vago que, por alguna razón, se relaciona con la edad…..ehh… y la verdad es que creo que con el paso del tiempo el criterio no se forma, sino que se deforma: Nos volvemos cínicos, renegamos de nuestros valores, trastocamos nuestras prioridades y, en buenas cuentas, nos cagamos del mate….¿O acaso no son las mayores atrocidades del mundo causadas por “adultos con criterio formado”? Disculpen, me desvié del tema =).

Ahora continuaré con el relato de mis compras ilícitas: Todo comenzó hace mucho tiempo atrás cuando, estando yo en la casa de mi tía Lucy Draculina, arribó la élfica Elizabetha con un adorable tomo empastado de reluciente rojo italiano….ese tomo era la primera entrega de “Sambre” (novela gráfica que ya comenté en este blog) y que me cautivó por su magníficos dibujos y su tórrida historia. De inmediato inquirí a Liz respecto del lugar en que realizó tan espectacular compra: El extinto Eternity Comics. Sin embargo, no todo fue color de rosa, pues cuando llegué a comprar el mentado tebeo no me lo vendieron porque era menor de edad!!! BUaaaaaaa. Pero yo quería ese cómic a toda costa….todos los tomos TODOS!! y también quería todas las novelas gráficas que vi en sus estanterías ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo los conseguiría? Esa colección de hermosos tomos empastados debía llegar a mis ávidas garritas así que decidí utilizar a mi adorable Lucy para consumar mi plan.

La idea era simple… Lucy iría al local y adquiriría la preciada mercancía para luego entregármela. Yo la esperaba agazapada tras una de las columnas de la galería y cuando ella salía bajábamos las escaleras y realizábamos el intercambio mirando hacia todos lados como si fuéramos seguidas por el FBI… parecía que estábamos transando secretos de estado o que adentro del comic venían escondidos los planos de un arma nuclear. El único problema era que a veces Lucy olvidaba darme el vuelto y se lo tenía que recordar mascullando como si el dueño de la tienda tuviera súper oído y se percatara de que los cómics eran para mí como a 100 metros de distancia . De esta forma logré armar mi adorable biblioteca gráfica Glénat que aún conservo como uno de mis más preciados tesoros…claro que, hasta hoy en día, creo que en todos se abusa del desnudo… o sea… como cada tres viñetas ¡Paf! Un trasero, un seno al aire, en fin…al principio me chocaba un poco, pero luego me acostumbré y ahora ni miro mucho aquellas escenas un tanto innecesarias. Entiendo que dibujar ropa es algo latoso, sobre todo los pliegues y la caída de las telas, pero como que se fueron al “chancho” con la evasión de ese problemilla.
Un efecto colateral de mi adquisición de estas novelas fue mi tendencia a asociar el “cómic de autor” a las mujeres desnudas, prejuicio que con el tiempo se me ha ido quitando gracias a la lectura de nuevas obras.

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