Into the Wild

Mucho se ha escrito sobre la vida y muerte de Christopher McCandless. Se han cuestionado y analizados hasta el cansancio las razones que lo llevaron a vivir y a morir de aquella forma tan particular ¿Era un filósofo? ¿Era un asceta? ¿O simplemente era un joven confundido que nunca pudo superar sus traumas infantiles? ¿Era un cobarde o era un hombre valiente? Luego de haber visto la película “Into the Wild” dirigida por Sean Penn y basada en el libro homónimo de Jon Krakauer sólo puedo decir que McCandless fue un hombre excepcional y tremendamente consecuente que decidió vivir la vida en vez de dejar que ésta pasara frente a sus ojos siguiendo la ruta predeterminado que la sociedad y su familia le habían demarcado.

Escapar de las distracciones y banales penurias de la sociedad moderna, despojarse del insano materialismo que nos corroe actualmente y volver a lo natural, estar en contacto con el entorno y con la parte esencial de nuestro ser es algo que todos, en algún momento hemos deseado hacer ¿o no? Pero muchas veces nos falta el valor necesario para emprender tal aventura. Inspirado por sus escritores favoritos, movido por su espíritu inquieto y empujado por el odio reprimido hacia sus padres, McCandless decide desaparecer de un mundo que es, a su juicio un cúmulo de mentiras e inicia un accidentado viaje que lo llevará a tocar las vidas de más de alguna persona y a descubrir una paradójica verdad.

Christopher, al partir secretamente y adoptar el nombre de Alexander Supertramp, huye de una existencia aburguesada de mierda que lo llevaría un éxito vacío (Porque era un chico extremadamente inteligente) y también rompe con sus orígenes en un acto de rebelión contra aquellos padres que, si bien lo proveyeron de todas las comodidades, nunca pudieron darle ese amor y paz espiritual que son tan necesarias para el alma.

El viaje de Supertramp no es distinto al de Siddharta, al de Goldmundo y hasta al de Harry Haller pues todas sus rutas, aunque con finales más o menos felices en cada caso, conducen al autoconocimiento. El camino de McCandless fue solitario, sobre todo hacia su final, pues si bien su intención era disfrutar de las cosas simples de la vida olvidó que la clave de la felicidad verdadera está en la capacidad para compartirla y que la paz interior es una condición necesaria para llegar a ser feliz. Lamentablemente Christopher comprendió esto demasiado tarde y no pudo constatar el fuerte impacto que su desaparición causó en su familia, llegando incluso a suavizar la relación de sus atribulados y neuróticos padres.

En diversos comentarios sobre la película se hace mención a la poca importancia que se le dio a la estética y filosofía seguida por McCandless, destacando que seguía la doctrina de Epicuro pues se retiró de la sociedad para encontrar la felicidad verdadera. Ahora bien, y sin ser una experta en el tema, se aprecia la similitud entre la forma de vida adoptada por Christopher y las ideas planteadas por este filósofo griego, sobre todo en cuanto a la privación de ciertos placeres innecesarios, sin embrago, hacia el final de su periplo por Alaska, donde se encontraba en la más absoluta soledad se puede observar que omitió –por lo menos en ese trecho- la necesaria interacción con seres humanos. El mismo Epicuro, sin bien se estableció en una finca alejada de la sociedad consideraba que las relaciones personales tanto de amistad como de otra índole eran necesarias para lograr el estado de equilibrio mediante el cual se alcanza la felicidad, pues, si bien aunque la sociedad tiene sus vicios y muchas veces los seres humanos no sean las criaturas más bondadosas o intelectualmente estimulantes, el hombre no puede renegar de su carácter esencialmente gregario.